Las mismas caras, los mismos gestos. Pero esta noche tenían un encanto especial. La noche había terminado, todos se habían ido. Pero allí estaban.
La más conocida ya dominaba el juego y sabía a que apostar. Se contoneaba y bailaba alrededor mía como ella quería, cuando ella quería y solamente cuando yo no la miraba.
En cambio, mi nueva amiga seguía a mi lado, sin alejarse mucho. Tenía una confianza plena en mi e hizo alarde de ella durante todo nuestro camino. Incluso incitaba a mi amiga la blanca a olvidar su método para unirse a nosotros.
Continuamos más allá de lo esperado. Donde nadie había imaginado y ni si quiera yo mismo era consciente de lo logrado. Ya iba liderando, pero ahora conseguí jugar en casa. Una vez en mi territorio todo había cambiado. Mi nueva amiga, la que siempre había sido fiel, empezaba a dudar de mi y comenzó a ser la rezagada del grupo. En cambio, la bailarina ahora viajaba a mi lado. En aquel momento difícil, mostro su plena confiada.
No será una locura. Hablaremos de Pedro el manco con un Jack Daniels en la mano.